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PAUL
RABINOW ED.
" MICHEL FOUCAULT: ETICA SUJETIVIDAD Y VERDAD". La sociedad tiene que ser defendida.Michel Foucault.Traducción de Fabio A. Marulanda V. PARA
CONDUCIR UN análisis concreto de las relaciones de poder, uno tendría que
abandonar la noción jurídica de Estado Soberano. Ese modelo presupone al
individuo como un sujeto de derechos naturales o poderes originales; el
objetivo responde con la génesis ideal del Estado; y ésta hace a la ley la
manifestación fundamental del poder. Uno podría tener que estudiar el poder
no sobre la base de los términos primitivos de la relación sino comenzando
desde la relación en sí, en la medida en que la relación es la que
determina los elementos sobre los cuales ésta se soporta: en lugar de
preguntar a los sujetos ideales que parte de ellos mismos o cuales de sus
poderes han entregado, permitiéndoles a ellos mismos ser subjetivados [se
laisser assujetir], uno podría necesitar preguntar cómo las relaciones de
subjetivación pueden fabricar sujetos. Igualmente, en vez de buscar por la
forma singular, el punto central desde el cual todas las formas de poder podrían
estar derivadas por la vía de las consecuencias o de los progresos, uno tiene
primero que dejar que ellos se paren adelante, en sus multiplicidades, sus
diferencias, sus especificidades, sus reversibilidades: estudiarlos, por
consiguiente, como relaciones de fuerza que se intersectan, se interrelacionan,
convergen o, por el contrario, se oponen una a otra, o, tienden a eliminarsen
unas a otras completamente. Finalmente, en lugar de privilegiar la ley como
una manifestación del poder, podría ser mucho mejor, tratar de identificar
las diferentes técnicas de represión que ésta trae al juego. SI
ÉSTO ES necesario, evitar reducir los análisis del poder a los esquemas
sugeridos por la constitución jurídica de la soberanidad, si ésto es
necesario, pensar acerca del poder en términos de relaciones de fuerza, tiene
que ser entonces éste descifrado de acuerdo a la forma general de la guerra?
Puede la guerra servir como el analizador efectivo de las relaciones de poder? ÉSTA
PREGUNTA PLANTEA muchas otras: • ¿Podría la guerra ser considerada como un principal y fundamental
estado de cosas en relación a las cuales todos los fenómenos de dominación
social, diferenciación, y, jerarquización son considerados como secundarios? • ¿Pertenecen
los procesos antagónicos, de confrontación, y las luchas entre individuos,
grupos, o clases, en la última instancia a los procesos generales de la
guerra? • ¿Puede el establecimiento de las
nociones derivadas de las estrategias o las tácticas, constituír un válido
y adecuado instrumento para el análisis de las relaciones de poder? • ¿Es
lo militar y la guerra-relacionada con las instituciones, y, en una forma
general, los métodos utilizados por los movimientos de guerra, inmediatamente
o remotamente, directa o indirectamente, el núcleo de las instituciones políticas? • Pero,
no obstante, la cuestión que debe ser preguntada primero que todo, es ésta
otra: ¿Cómo, desde cuándo y cómo, la gente comenzó a imaginar que es la
guerra la que funciona en las relaciones de poder, que un ininterrumpido
combate socava la paz, y, que el orden civil es básicamente un orden de
batalla? ÉSTA
ES LA pregunta que fue puesta en el curso de este año. ¿Cómo era la guerra percibida en el contexto de la paz? ¿Quién
buscó, en el alboroto y la confusión de la guerra, en el fango de las
batallas, por los principios de inteligibilidad de orden, instituciones, e
historia? ¿Quién pensó primero que la política era la guerra continuada
por otros medios? UNA
PARADOJA APARECE a primera vista. Con la evolución del Estado desde la Edad
Media, parece que las prácticas y las instituciones de la guerra siguieron un
desarrollo visible. Además, ellas tendieron a estar concentradas en las manos
de un poder central que únicamente tenía el derecho y los medios para hacer
la guerra; debido a éste mismo hecho, las intituciones retiraron, pero bien
subrepticiamente, de las relaciones de persona a persona, y, de grupo a grupo
una línea de desarrollo que las llevó cada vez más a ser un Estado
privilegiado. Además, como un resultado, la guerra tendía a volverse la
profesional y técnica prerogativa de un cuidadosamente definido y controlado
aparato militar. En resumen, una sociedad empapada por las relaciones
belicosas fue reemplazada muy lentamente por un Estado equipado con
instituciones militares. AHORA,
ÉSTA TRANSFORMACIÓN fue apenas completada cuando allí apareció un tipo de
discurso sobre la relación de la sociedad y la guerra. Un discurso histórico-político
—muy diferente del discurso filosófico-jurídico organizado alrededor del
problema del Estado Soberano— haciendo de la guerra la base permanente de
todas las instituciones de poder. Éste discurso apareció poco después del fín
de las guerras de religión y al comienzo de las grandes batallas políticas
inglesas del siglo XVII. De acuerdo con éste discurso, el cual fue ilustrado
en Inglaterra por Coke o Lilburne, en Francia por Boulainvilliers y más tarde
por Du Buat-Nançay[1],
ésta fue la guerra que precidió el nacimiento de los Estados: no la guerra
ideal imaginada por los filósofos del Estado natural, sino las guerras reales
y las batallas actuales; las leyes han nacido en el medio de las expediciones,
conquistas, y, las ciudades incendiadas; pero la guerra también continúa
haciendo estragos dentro de los mecanismos de poder —o, al menos, constituye
la fuerza secreta de las instituciones, leyes, y, orden. Bajo las omisiones,
ilusiones, y, mentiras, que nos hicieron creer en las necesidades o naturaleza
de los requisitos funcionales del orden, nosotros estamos obligados a recontar
la guerra: ésta es la clave de la paz. La guerra continuamente divide el
completo cuerpo social; ésta ubica a cada uno de nosotros en un campo o en el
otro. Y, no es suficiente encontrar de nuevo ésta guerra como un principio
explicatorio; nosotros debemos reactivarla, hacerla salir de su silencio,
forma larval en la cual ella va acercando sus lios, casi sin que nuestro ser
sea consciente de ésto, y, llevándonos a una batalla decisiva que nosotros
tenemos que estar preparados por si queremos salir victoriosos. A
TRAVÉS DE ésta temática, la cual he caracterizado vagamente hasta ahora,
uno puede entender la importancia de ésta forma de análisis. El
subjeto quien habla en éste discurso no puede ocupar la posición del subjeto
universal. En esa batalla general de la cual él habla, él está
necesariamente sobre un lado o el otro; él está en la batalla, él tiene
adversarios, él pelea por una victoria. Sin ninguna duda, él intenta hacer
prevalecer el derecho, pero el derecho en cuestión es su particular derecho,
marcado por una relación de conquista, dominación, o antigüedad: derechos
de invasiones triunfantes u ocupaciones milenarias. Y, si él también habla
de la verdad, es esa estratégica y perspectivística verdad la que le permite
a él obtener la victoria. Así, en éste caso, nosotros tenemos un discurso
político-histórico que reclama como propia la verdad y el derecho, mientras
se excluye explicítamente el mismo de la universalidad filosófica-jurídica.
Su rol no es uno de los que los legisladores y filósofos soñaron, desde Solón
hasta Kant: tomar una posición entre los adversarios, en el centro de, y,
arriba del conflicto e imponer un armisticio, estableciendo un orden que
traiga reconciliación. Es una cuestión de postular un derecho marcado con
disimetría y funcionando como un privilegio para ser mantenido o
reestablecido, imponiendo una verdad que funciona como un arma. Para el sujeto
quien habla ésta clase de discurso, verdad universal y derecho general son
ilusiones o trampas. Nosotros
estamos tratando, por otra parte, con un discurso que pone los discursos
tradicionales de intelegibilidad patas arriba. Una explicación desde abajo,
la cual no es la más simple, la más elemental, la más transparente
explicación sino, más bien, la más confusa, la más obscura, la más
desordenada, la más fortuita. Lo que estaba destinado a servir como un
principio del desciframiento es la confusión de la violencia, pasiones,
enemistades, venganzas; ésta es también la red de insignificantes
circunstancias que determinan derrotas y victorias. El
obscuro elíptico Dios de las batallas, debe iluminar los largos días de
orden, trabajo y paz. La furia tiene que contar para la armonía. Así, en el
comienzo de la historia y la ley una voluntad postula una serie de hechos
brutales (vigor físico, fuerza, razgos característicos), una serie de
acontecimientos fortuitos (derrotas, victorias, exitos o fallas de conspiración,
rebeliones o alianzas). Y, únicamente arriba de éste enredo podría una
creciente racionalidad tomar la forma, esa de las calculaciones y estrategias
—una racionalidad que, así como crece y se desarrolla, se vuelve cada vez más
frágil, más y más rencorosa, más estrechamente atada a la ilusión, a la
fantasía, a la mistificación. Así nosotros tenemos el opuesto completo de
esos análisis tradicionales los cuales intentan redescubrir, debajo de la
visible brutalidad de los cuerpos y las pasiones, una fundamental, duradera
racionalidad, vinculada por naturaleza a lo justo y lo bueno. ÉSTE
TIPO DE discurso se desarrolla completamente dentro de la dimensión histórica.
Se compromete, no a medir la historia, los gobiernos injustos, abusos, y,
actos de violencia con el principio ideal de una razón o una ley sino, más
bien, a despertar, debajo de las formas de las instituciones o las leyes, el
pasado olvidado de las batallas reales, de las victorias o derrotas camufladas,
la sangre seca en los códigos. Éste toma como sus campos de referencia los
movimientos indefinidos de la historia. Pero al mismo tiempo es posible para
éste dibujar el soporte de las formas míticas tradicionales (los años
perdidos de los grandes ancestros, la inminencia de los nuevos tiempos y la
venganza milenaria, la venida de un nuevo reino que podría barrer las
derrotas antigüas): es un discurso que sería capaz de cargar a ambos, la
nostalgia de las aristocracias decayentes y el ardor de las venganzas
populares. EN
CONCLUSIÓN, ASÍ contra el discurso filosófico-jurídico organizado en términos
de el problema de Estado Soberano y ley, éste discurso el cual descifra la
continuación de la guerra en la sociedad es esencialmente un discurso histórico-político,
un discurso en el cual la verdad funciona como un arma para una victoria
partidista o guerrillera, un discurso a la vez obscuramente crítico, e
inversamente mítico. EL
CURSO DE éste año estuvo dedicado a la emergencia de esa clase de análisis:
¿Cómo era la guerra (y sus diferentes aspectos —invasión, batalla,
conquista, victoria, relaciones de vencerdores y vencidos, saqueo y apropiación,
sublevamientos), utilizada como un analizador de la história y, en una forma
general, de las relaciones sociales? Uno
debe primero poner a un lado algunas falsas paternalidades —la de Hobbes, en
particular. A lo que Hobbes llamó la “guerra de todos contra todos” no es
en una forma una guerra histórica real sino un juego de representaciones por
los cuales cada una mide el peligro que cada uno representa para él, calcula
en los otros la voluntad de pelear, y calcula el riezgo que él por si mismo
podría estar tomando si él en el futuro recurriera a la fuerza—. EL
ESTADO SOBERANO —sea que éste involucre una “democracia de las
instituciones” o una “democracia por adquisición”— es establecido no
por un acto de dominación belicosa sino, más bien, por una calculación que
permite que la guerra sea evitada. Para Hobbes no es la no-guerra la que funda
el Estado y dá a éste sus formas.[2] La
historia de las guerras como la cuna de los Estados fue sin ninguna duda,
perfilada en el siglo XVII al final de las guerras de religón (en Francia,
por ejemplo en el trabajo de Hotman[3]).
Pero fue mayormente en el siglo XVII que éste tipo de análisis fue
desarrollado. En Inglaterra, primero, en la oposición parlamentaria y
alrededor de los Puritanos con la idea de que la sociedad inglesa, desde el
siglo XI fue una sociedad de conquista: monarquía y, aristocracia, con sus
instituciones características, fueron vistas como importaciones Normandas,
mientras la gente Sajona preservó no sin dificultad, un poco de trazos de su
original libertad. Contra éste transfondo de marcial dominación, los
historiadores ingleses, tales como Coke o Selden[4] restauraron
los principales episodios de la historia de Inglaterra; cada uno de éstos
tampoco está analizado como una consecuencia o como una reanudación de esos
estados de la guerra históricamente primarios entre dos razas hostiles con
diferentes instituciones y diferentes intereses. La revolución de los cuales
éstos historiadores son contemporáneos y algunas veces los protagonistas
podrían así ser la última batalla y la revancha de las guerras antiguas. UN
ANÁLISIS DEL mismo tipo es también encontrado en Francia, pero en una fecha
posterior, y, por encima de todo, en los círculos aristocráticos de finales
del reino de Luis XIV. Boulainvilliers dió más rigurosa formulación; pero
en ese tiempo la historia es contada, y los derechos son defendidos en el
nombre de la victoria. Dándosen a si mismos un origen Alemán, la
aristocracia francesa dirigió sus objetivos al derecho de la conquista, por
lo tanto de eminente posesión, sobre todos los territorios del reino y
absoluta dominación sobre todos los habitantes Gálicos o Romanos; sino que
éste también demandó prerogativas con respecto al poder real, el cual pudo
haber sido establecido originalmente sólo por su consentimiento, y, el cual
podría siempre ser conservado dentro de los límites establecidos en el
pasado. La historia escrita en ésta forma ya no es, como en Inglaterra, esa
de una perpetua confrontación de los vencidos y de los vencedores con saqueos
y concesiones extraídas como una categoría básica; podría ser la historia
de las usurpaciones de los reyes o traiciones con respecto a la nobleza de los
cuales descendían, y, sus anormales connivencias con una burguesía de origen
Galo-Romano. Éste esquema de análisis, revivido otra vez por Freret[5]
y,
especialmente Du Buat-Nançay, fue el objeto de una serie completa de cambios
polémicos y la ocasión de una investigación historica substancial hasta la
Revolución. EL
IMPORTANTE PUNTO es que el principio de análisis histórico fue buscado en la
dualidad de la guerra de las razas. Comenzando desde allí y llendo vía de
los trabajos de Austin[6] y,
Amédée Thierry[7],
dos tipos de desciframiento de la historia se desarrollaron en el siglo XIX:
Una estaría vínculada con la lucha de clases, la otra a una confrontación
biológica. EL
SEMINARIO DE éste año estuvo dedicado a un estudio de las categorías de
“el individuo peligroso” en la psiquiatría criminal. Las nociones
conectadas con el tema de la “defensa social” fueron comparadas con las
nociones conectadas con las nuevas teorias de la responsabilidad civil, como
aparecieron a finales del siglo XIX. [1] Sir
E. Coke, Argumentum Anti-Normanicum,
or an Argument Proving, from Ancient Stories and Records, that William, Duke
of Normandy, Made No absolute Conquest of england by the Word (London,
1682); J. Lilburne, English Birth
Right Justified Against All Arbitrary Usurpation (London, 1645); An
Anatomy of the Lord’s Tiranny and Injustice (London, 1646); Count H.
De Boulainvilliers, Mémoire pour la
noblesse de France contre les ducs et pairs (n.p.,1717); Histoire de l’ancien gouvernement de la France, avec XIV lettres
historiques sur les parlaments ou états généraux (The Hague :
Gesse et Neaulne, 1727), 3 vols.; Essai
sur la noblesse de France, contenant une dissertation sur son origine et son
abaissement (Amsterdam, 1732). Count L.-G. Du Buat-Nançay, Les
origines ou L’Ancient Gouvernement de la France, de l’Italie, de
l’Allemagne (Paris: Didot, 1757), 4 vols.; Histoire
ancienne des peuples de l’Europe (Paris: Desaint, 1772), 12 vols. [2] T. Hobbes, Leviathan, or the Matter, Form and Power of a Commonwealth Ecclesistical and Civil (London: Crooke, 1651) : Léviathan: Traité de la matière, de la forme et du pouvoir de la république ecclésiastique et civile, trans. F. Tricaud (Paris: Sirey, 1971). [3] F.
Hotman, Discours simple et véritable
des rages exercés par la france, des horribles et indignes meutres commis
es personnes de Gaspar de Coligny et plusiers grands seigneurs (Basel:
Vaullemand, 1573); La Gaule françoise
(Cologne: Bertulphe, 1574). [4]
J. Selden, England’s epinomis (1610),
in Opera omnia (London:
Walthoe,1726), vol. 3: De Jure
naturali et gentium juxta disciplinam Ebraerorum libri septem (London:
Bishopius, 1640); An Historical
Discourse of the Uniformity of the Government of England (London:
Walbancke, 1647). [5] N.
Freret, Recherches historiques sur les
moeurs et le gouvernement des Français, dans les divers temps de la
monarchie: De l’origine des Francs et
de leur établissement dans les Gaules, in Oeuvres
complétes, vols. 5-6 (Paris: Moutardier, 1796). Vues générales sur l’origine et le mélange des anciennes nations et
sur la manière d’en ètudier l’histoire, ibid., vol. 18. [6] A.
J. Thierry, Histoire de la conquête
de l’Angleterre par les Normands, de ses causes et ses suites jusqu’a
nos jours (Paris: Tessier, 1825), 2 vols.; Récits
des temps mérovingies, précédés de considérations sur l’histoire
de France (Paris: Tessier, 1840), 2 vols. [7] A.
J. Thierry, Histoire des Gaulois,
despuis les temps les plus reculés jusqu’a l’entière soumission de la
Gaulle à la domination romaine (Paris: Sautelet, 1828), 3 vols.
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